La salida no es la huida.

¿Conoces la sensación de no saber si fue un error?

Esa sensación que te carcome por dentro, ¿hablaste más de la cuenta o hiciste lo correcto?

Nunca sabré la respuesta a todas estas preguntas, pero yo dije lo que sentía, lo aposté todo a cara o cruz. Era arriesgado y lo sabía podías ganar como perder, podía ganar la felicidad o perder una buena amistad. No se si medité lo que iba a decir, si era algo que ya llevaba tiempo rondándome por la cabeza; sólo se que sentí la necesidad de decirlo, de hacerte comprender mis dudas e inseguridades.

Todo surgió después de una conversación, una simple conversación que mantuve con una amiga, en la que mis mismas palabras me demostraron que algo no iba bien, yo apoyaba el hecho de que no conoces a una persona realmente hasta que no has pasado tiempo con ella, hasta que no sabes como se desenvuelve en su ambiente y fuera de él.

Ahora estoy totalmente perdida, ya no se a quien acudir, poco a poco mi Mundo se ha puesto patas arriba y saber que en gran parte la culpa es mía no ayuda demasiado.
Siempre has sido muy importante para mi, pero ahora ya no hay marcha atrás es un poco tarde para arrepentirse de mis acciones. Yo tomé la decisión, yo apechugo con las consecuencias.

No creo que me equivocara, sigo pensando lo mismo que dije, pero la solución no me convence ni me convencerá, siempre me he quejado de que la distancia me alejaba de la gente a la que quería y poner distancia entre nosotros solo me parece uno más de todos los errores que suelo cometer, la solución nunca es huir, distanciarse. Valía la pena arreglar las cosas y luchar. Luchar por nuestra amistad, luchar por mi. 

Luchar porque no llegara este día, en el que sólo es un triste recuerdo y no puedo evitar desear que se repita, poder tener otra vez esa confianza y el valor suficiente para hablarte de nuevo. Para reanudar eso que tanta falta me hace.